Con Víctor Raúl Haya de la Torre el Apra se acostumbró a merodear el poder durante más de medio siglo. El ascenso de Alan García marcó una nueva etapa. Muchos de los dirigentes que aparecen en estas fotografías declinarían tras la muerte de su líder máximo. Una nueva generación tomó el control del partido y del país a mediados de los ochenta y escribió una historia harto conocida y hasta ahora lamentada. Cabe preguntarse hoy cuánto del legado del fundador y guía sobrevivió tras su partida.
ALAN Y LA VIEJA GUARDIA
Sábado 4 de agosto de 1979. Cuadra dos del Jirón Junín, en el centro de Lima. En primera línea: Carlos Enrique Melgar, Jorge Idiáquez, Armando Villanueva del Campo, Andrés Townsend Escurra y, marcando distancias de la sesentona plana mayor del partido, un juvenil y melenudo Alan García. Melgar, el locuaz abogado litigante de los casos policiales más sonados de Lima, era miembro de la Asamblea Constituyente y de la Comisión Política del PAP. Años después, en 1989, presidiría la comisión del Senado de la República que exculpó a los miembros del Ejército involucrados en la matanza de treinta campesinos registrada en Cayara, Ayacucho, en mayo del año anterior. Idiáquez, quien aparece a su derecha, era el secretario personal y guardaespaldas de Haya de la Torre. Hombre de choque, líder de los temidos “defensistas”, sombrío y discreto, en setiembre de 1980 Idiáquez sería detenido en México con el narcotraficante Carlos Lamberg Meléndez, a quien estuvo indubitablemente vinculado. Aunque en la foto Villanueva enlaza sus manos en los brazos de Idiáquez y Townsend, la procesión los recorre por dentro. Villanueva y Townsend, los delfines de Haya de la Torre, libraban una tenaz y a ratos violenta disputa por la candidatura presidencial del aprismo para las elecciones generales de 1980. Y mientras el Compañero jefe pasaba sus últimos días en Villa Mercedes, un círculo de hierro tendido alrededor suyo por Idiáquez impidió a muchos apristas despedirse del hombre que había inspirado sus vidas. Volvamos otra vez a la imagen: un metro (por lo menos) delante de los veteranos, aparece un larguirucho García, por entonces secretario nacional de organización y la revelación política del Apra. Su posterior ascenso y protagonismo fue de algún modo consecuencia de la derrota de quienes aparecen detrás de él: primero Townsend perderá en la pugna interna y se alejará del partido, luego Villanueva perderá frente a Belaunde y marcará el punto de partida de la declinación política de su generación; a partir de ese momento sometida frente al arrollador influjo de un joven carismático y de verbo caudaloso que se haría cargo de la secretaría general del partido con apenas 33 años.
TRIBUTO AL JEFE
Sábado 4 de agosto de 1979 en el hall de los Pasos Perdidos del Congreso. De izquierda a derecha: Urbano Julve Ciriaco, Ramiro Prialé, Luis Negreiros Criado, Andrés Townsend Escurra, Jorge Idiáquez, Armando Villanueva del Campo, Carlos Enrique Melgar, Fernando León de Vivero, Humberto Carranza Piedra, Alfonso Ramos Alva, Carlos Roca Cáceres y consternados militantes ante el féretro de Víctor Raúl Haya de la Torre. Apenas un año antes, el 28 de julio de 1979, el fundador del Apra había ingresado triunfante al hemiciclo de la Cámara de Diputados para instalar y presidir la Asamblea Constituyente. Allí, en un breve discurso aseguró que el texto constitucional que él y sus colegas se disponían a discutir y redactar sería “la primera Constitución del siglo XXI”. La militancia aprista creían entonces que luego de tres fallidas postulaciones a la Presidencia, los comicios que se anunciaban para 1980 serían la oportunidad que Haya de la Torre había esperado durante más de medio siglo.
EN EL DOLOR...
Viernes 3 de agosto de 1979, Aula Magna de la Casa del Pueblo. Alan García contempla los restos de Haya de la Torre mientras militantes y simpatizantes desfilan ante el féretro instalado en el histórico salón, escenario de congresos, multitudinarias celebraciones y debates a menudo cargados de intemperancia. García fue uno de los jóvenes discípulos que en lugares como este escuchó al patriarca a largo de los años setenta. Más de una vez aparece a su lado en las fotografías de las visitas dominicales que los cuadros juveniles hacían a Víctor Raúl en Villa Mercedes. Contemplando la serpenteante deriva ideológica y política del Partido Aprista en los últimos 36 años, cabe preguntar: ¿cuánto del legado de Haya se ha conservado en el Apra? Tiempo atrás Julio Cotler sentenció: “El Apra es Alan, y fuera de él no hay nada más”.
EL LARGO ADIÓS
El martes 6 de marzo de 1979 Haya de la Torre asistió por última vez a una sesión plenaria de la Asamblea Constituyente. Un día después, un desvanecimiento mientras se entrevistaba con dos compañeros en la Casa del Pueblo, estremeció a la militancia. Llevado por Jorge Idiáquez a Villa Mercedes, el fundador del Apra empezaba a ser doblegado por la enfermedad. Había cumplido 84 años dos semanas antes y lucía muy mal. El 10 de marzo, acompañado por sus médicos de cabecera, viajaría a Houston, Estados Unidos, para ser tratado en un centro oncológico. La versión de un cáncer pulmonar se extendió en medios políticos. El rumor es negado por la dirigencia, hasta que, en lo que aparentemente fue un desliz, Luis Alberto Sánchez confirmó que era un cáncer. Haya de la Torre volvería de Houston a mediados de abril para pasar sus últimas semanas en Villa Mercedes, rodeado de médicos, enfermeras y brigadistas.
JUNTOS PERO DIVIDIDOS
Sábado 4 de agosto. Plaza Bolívar. De izquierda a derecha: Enrique Chirinos Soto, Romualdo Biaggi, Orestes Rodríguez, Fernando León de Vivero, Carlos Enrique Melgar, Jorge Idiáquez, Andrés Townsend Escurra, Javier Valle Riestra y Alfonso Ramos Alva. Townsend pronunciaría en este lugar un discurso que, según una revista local, hizo llorar hasta a los árboles:
"Aquí estamos, empobrecidos y angustiados, porque de hoy en adelante, nos faltará tu sabiduría política, tu arrollador impulso, tu inspiradora presencia. Te vas con tu grandeza y nos quedamos sin ella. Nuestra soledad es más grande que la tuya...". Detrás de la consternación por la ausencia del padre y mentor político, se profundizaba la división del partido que provocaría su derrota electoral en abril de 1980. Uno de los lemas más repetidos por VRHT ya lo había advertido: “Juntos, todo lo podemos; divididos, nada somos”.
EL INTELECTUAL DEL PARTIDO
Escritor, crítico literario, docente, periodista, abogado, pero sobre todo hábil político de polémicas y componendas, Luis Alberto Sánchez fue vicepresidente de la Asamblea Constituyente instalada el 28 de julio de 1978. Años después LAS recordará con pesar los últimos meses de actividad del fundador de su partido en el libro "Sobre la herencia de Haya de la Torre":
“A mediados de enero de 1979 Haya se ausentó por 21 días del Congreso. Volvió más reanimado pero en los días siguientes le fue muy difícil cumplir la rutina deseada y sufrió un nuevo debilitamiento, el 20 de febrero, a ojos vista de toda la prensa nacional. Hubo una breve pero dolorosa reaparición de Haya de la Torre en la Casa del Pueblo, el 23 de febrero, con motivo de un acto universitario. Quizás intentó reanudar su labor en el Congreso pero ya le era físicamente imposible. Desde entonces permaneció en obligado y doloroso reposo. Se acercaba la hora final”.
CREPUSCULAR
Haya de la Torre llegó al poder (legislativo) a las 83 años. De aspecto y temperamento patriarcal para entonces, en la Asamblea Constituyente el líder aprista lucía cansado de guerras y antagonismos y fue su talante conciliador el que promovió debates y puntos de encuentro entre una izquierda radical, vocinglera y transgresora, y una derecha que más de una vez intentó recuperar el status quo oligárquico que abolió el reformismo velasquista. En el libro "Cien años de Luis Alberto Sánchez" (Alva Castro, 2001) se recuerda así los debates que dirigió VRHT:
“Primero había una larga sucesión de denuncias y reclamaciones, muchas veces ajenas a los fueros de la Asamblea pero siempre clamorosas. Luego de tres o cuatro horas venía un breve receso y recién entonces empezaba la discusión constitucional propiamente dicha. A esta primera etapa de la jornada plenaria Haya de la Torre la llamó “el desfleme”, porque equivalía a la carraspera ruidosa que invade a muchos limeños al despertarse, luego de la cual recién pueden estar en pie”.
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Memoria colectiva y registro gráfico
-Las fotos del sepelio de Haya de la Torre fueron captadas por Gilberto Hume en 1979. Entonces Hume, el “Tuchi” para sus amigos y coetáneos, era reportero gráfico y miembro del colectivo Interfoto, una agencia de prensa integrada también por los fotógrafos Ernesto Jiménez, Carmen Barrantes, Álvaro Villarán, Luis García, María Cecilia Piazza y Herman Schwarz.
-Interfoto nació a fines de los setenta, durante la dictadura militar, para rentabilizar el departamento de fotografía de la revista Amauta. Entonces los diarios y revistas de Lima no cubrían las movilizaciones populares y la venta de material para medios locales y agencias de noticias se convirtió en un rubro importante de ingresos para Amauta. En medio de un régimen que ejercía la censura y tomaba represalias, Interfoto también fue una suerte de escudo para acreditar legalmente (y dar seguridad) a un puñado de reporteros gráficos marcados por su espíritu intrépido y su compromiso social.
-“Mirar Medir Componer y Crear” es el nombre de un colectivo más conocido por sus siglas MMCC. Dirigido por Juan Mendoza Montesinos, su labor consiste en rescatar el trabajo de profesionales y aficionados a la fotografía con un propósito de largo aliento: aportar a la construcción de una memoria colectiva. Para ello MMCC tiene previsto organizar en los próximos años un conjunto de exposiciones y la edición de libros concebidos como documentos de historia gráfica.
-MMCC ha decidido poner en valor la experiencia de Interfoto dado que se trata de uno de los registros más ricos e intensos de fotografía social peruana. El material que hoy ordena este colectivo combina pasajes de enorme trascendencia política con soberbios instantes de vida cotidiana captados a lo largo de más de un siglo de historia compartida.